(San Juan-Argentina)
Directora: Norma Aubone
Vicedirectora: Mercedes Torres
Secretaria: Mariela García
Tesorera: Graziella Russo
1º Vocal Titular: Yolanda Blasco
2º Vocal Titular: Cristina Marcó
3º Vocal Titular: Carina Tobares
1º Vocal Suplente: Ariel Moya
2º Vocal Suplente: Raquel Bertona
Comisión revisora de cuentas: Norma Fernandez
Nélida Sosa
Lic. Norma Aubone de de
Sin embargo, dentro del desarrollo de la lógica comienza a ser analizada la paradoja, que es efecto de la articulación de proposiciones universales y particulares produciendo un vacío, un vacío de saber. Toma entonces para su teorización, la lógica dialéctica de los estoicos, que surge en oposición a la peripatética de Aristóteles.
Con esta herramienta de la lógica dialéctica se puede trabajar sólo con los particulares o con el nombre propio, ya que justamente el valor que tiene esta lógica es la de dar cuenta de que el universal no se puede sostener, que la existencia es sólo particular, que el pensamiento no se adecua a la cosa y por ende, es una construcción mental. Los estoicos no hablan entonces de un “ser” como existencia de hecho, sino de un “estar siendo” como existencia lógica.
Esta lógica le permite con estas nociones adentrarse en el tratamiento del inconciente como de una existencia lógica ya que “está siendo” permanentemente, no hay cierre, no hay posibilidad de completamiento en su existencia. Sin embargo, no se conforma sólo con ésta, recurre también a la lógica matemática de Cantor con su teoría de conjuntos, ya que “permite liberar al hombre de la tiranía de las palabras” y con ello despegarse de la pura enunciación de los universales. Aún la lógica matemática va a tomar distintas vertientes, ya que por un lado están autores como Frege y Gilbert que llevaron adelante desarrollos matemáticos en el intento de alcanzar una cierta garantía del saber absoluto, sistema que es quebrado por Goedell y Russel
De manera que Lacan, toma en parte cuando le sirve, la lógica aristotélica, toma elementos de la lógica dialéctica y además de la lógica matemática, sin embargo, su objeto de análisis podríamos decir que “escapa” a todas estas herramientas, razón por la cual tiene la habilidad de construir su propia herramienta lógica para introducirse en el tratamiento de la “lógica del inconciente”. Por esto es que hace un verdadero salto en la teoría psicoanalítica, porque a traves de tal instrumento, podríamos llamarle así, permite la “visibilidad” de aquello que hasta entonces permanecía invisible al análisis del inconciente, como es la articulación real, simbólico, imaginario.
Va a partir del axioma fundamental del significante: que el mismo es pura diferencia. En tanto tal, va a estar dado por la cadena que implica conmutaciones, pero siempre va a haber algo que no se dice, algo que no está. Si un significante puede definirse por su diferencia con otro significante, son necesarios dos significantes por lo menos para llegar a hacer una operatoria. Si se realiza tal operatoria lógica puede dar como resultado un número entero o un número negativo, o sea, vamos a tener significados y también algo que parece estar y no está. Estos números negativos hablan del S, el S es un -1.
Según la misma, dado un conjunto inicial (a, b, c, d) por una operación de diferencia, no se repite el mismo elemento en ninguno de los otros conjuntos. De manera que:
a = c b = c c = b
a = d b = d c = d
Queda por esta operatoria un lugar vacío, el lugar vacío de la metonimia que no es otra cosa que, justamente, la lógica del significante.
Primeramente en el Seminario 9 va a tomar el Uno como Rasgo Unario. ¿Qué significa este último ?
Lo que lo sostiene al Sujeto por ser lo que le falta al significante para ser el Uno. Porque cuando hablamos de significantes siempre lo hacemos en par S1 S2, es imposible hacer de dos uno.
“El ser del sujeto es la sutura de una falta. Precisamente de la falta que al escamotearse en el Uno lo sostiene al ser del sujeto con su recurrencia. Lo sostiene por ser lo que le falta al significante para ser el Uno del sujeto” (2)
Aquí vemos claramente la función de “sutura” del rasgo unario, sutura de este agujero inicial del sujeto, producto de la diferenciación en la causación subjetiva, efecto de la dialéctica entre la operatoria alienación - separación. Hay un significante que queda elidido de entrada, que en A se instala como falta y por lo tanto hace excepción. Este es el resorte de la represión primordial. Por este elemento que queda fuera ,-1, nunca podremos hacer la unión, nunca un elemento se va a reabsorver en el otro, debido a la correlación antinómica anteriormente señalada.
A partir dela operación de la diferencia, (represión primaria, S) la unidad será imposible, el nombre propio sólo será sutura de una ausencia de sustancia del sujeto, pero nada tiene que ver con lo que está nominado. La unión es sólo fantasmática, hay identificaciones pero no es posible la identidad.
Por otro lado, como lo explica Lacan en Sem 14, desde el momento que definimos al significante como pura diferencia, el significante no puede significarse a sí mismo, entonces “el lenguaje no podría constituir un conjunto cerrado, dicho de otra manera, no hay universo del discurso”, por ello explica aquí que “la paradoja de Russel no es una paradoja sino una imagen- el catálogo de los catálogos que no se contienen, o bien él se contiene a sí mismo y falta a su misión”. (3)
Si bien es cierto entonces que la causación subjetiva implica el -1 de la alienación, -soporte: índice y lo que simboliza al sujeto-, es por ella que es posible la elección forzada, donde hay una ganancia de +1, un significante más que se va escapando, que siempre queda sin decir . Es por la función del -1 que es posible la escritura, por la represión primordial es que “algo” puede escribirse pero no todo. Y lo que sí puede escribirse son las marcas en el cuerpo, marcas que tienen que ver con la diferencia, marcas de la demanda del A, que dan lugar a la primera identificación en términos de Ideal del Yo, marcas que lo alienan y dejan preso a la demanda de amor, marcas de la incompletud del A.
Porque algo está escrito es que es posible el decifrado, lo que está en juego en toda formación del inconciente. Es porque hay escritura, que esta inscripción simbólica va a dar lugar a la formación de sustitutos, donde un significante por sustitución metafórica va a venir al lugar de otro significante. Esta es la estructura significante tanto del síntoma como del sueño.
El valor que le da a la escritura Lacan es por que le atribuye a la misma un salto o estímulo que recibe la lógica a partir de ella, porque basa el estatuto de su función en la falta escrita.
El sujeto es sólo un significante para otro significante, emerge como efecto de la represión originaria, de la metáfora del sujeto: viene de un lugar donde está supuestamente inscripto a otro lugar donde va a inscribirse. Por eso Lacan habla de escritura, al modo de los jeroglíficos, que siempre quiere decir algo para alguien (y por eso ha atrapado el deseo de conocer de los antropólogos) , aunque no sea posible leer el sentido. Y si hay un efecto de sentido ese es llamado por Lacan la bedeutung, el objeto a, “como lo que está como primer realidad, lo que está al fin de todos los discursos, lo que el poeta puede escribir sin saber lo que dice”( 4)
Analizamos en esta estructura topológica, la función de borde. Lo que se estructura como borde, “lo que lo limita a sí mismo, está en situación de entrar a su turno en la función bordeante”...y esta función es la del rasgo unario. Todo ello nos lleva a comprender que “la repetición lo que busca repetir es precisamente lo que escapa a la función de la marca, ya que la función de la marca es original en la función de la repetición. Es por ello que la repetición se ejerce de lo que repite la marca, pero para que la marca provoque la repetición buscada, hace falta que sobre lo buscado la marca se borre a nivel de lo que ha marcado, está porque en la repetición lo buscado.... deja perder esto: que la marca no podría redoblarse más que borrando, repitiendo la marca primera, es decir, dejándola deslizar fuera de su alcance”.(5)
Así es que el rasgo unario soporta al S. , soporte que viene de A donde el Ideal viene a obturar fantasmáticamente como desmentida.
Este valor de desmentida o negación, se aclara en el Seminario 14 donde retoma los diagramas de Ven con los que representa la doble operatoria de la causación del sujeto, usando la lógica de Morgan: “la negación de la conjunción de dos proposiciones, si la niegan como conjunción...equivale a la unión de la negación de cada una. De ahí que “la intersección no es la adición, es lo que tienen en común los dos campos”(6). La negación de la intersección es igual a la unión de la negación de A y B; la negación de A es parte de B y la negación de B es esta parte de A
Para ello toma de Fregue su trabajo en la matemática, sobre el concepto de los números naturales, en los que incluye el 0 por primera vez. Explica que en la sucesión operan dos conceptos: la asignación y la subsunción. Un número se asigna a un concepto que subsume objetos, de tal manera que un concepto sólo tiene existencia, por lo que tiene como lo subsumido. Por otro lado la posibilidad de contar es porque existe el 0 como espacio, como vacío primero que se redobla entre medio de la sucesión de los números naturales. Este 0 se subsume y se desvanece en la sucesión. “ La repetición se sostiene en que el 0 como ausencia se representa como
En el Sem. 13 va a articular los tres registros: real-simbólico-imaginario abordando nuevamente la subjetividad como posición. La historicidad subjetiva tendrá que ver con el modo particular de articulación de estos registros. El sujeto está ubicado justamente en el lugar vacío de sustancialidad, en el lugar de la falta, en el sin-sentido. Se podrá operar no sobre el ser sino sobre las posiciones subjetivas del ser, y con tres conceptos: demanda-transferencia e interpretación, tres dimensiones que están en el corazón del objeto a.
Lacan distingue en el S. una división entre la existencia lógica y la existencia de hecho. Esta última resulta del nivel del sujeto como ser hablado y hablante, por lo que implica ya una cierta articulación. La existencia lógica tendrá que ver con esta relación a “si” y a a, como la lógica del inconciente, que no está fundida al ser sino al “estar siendo” (de los estoicos).
a resulta de una operación lógica efectuada sobre el cuerpo (como significable) pero especialmente en las piezas separables y religadas al cuerpo (seno, mirada,voz, heces) que se prestan de manera particular para dicha operación. Como lo analiza en el Seminario 4 de las Relaciones de Objeto, este a está íntimamente relacionado al Otro ya que es de la entrada del imaginario de la madre que va a depender la estructura subjetiva.
Este fantasma lleva en sí una superficie cerrada con un derecho y un anverso, tejida de tal manera que se pasa de una a otra cara sin percatarse de ello porque no hay cortes ni costuras y que Lacan llama cross-cap utilizando la representación en el plano proyectivo para explicarla. Esta superficie primordial para la articulación lógica es el deseo y la realidad. Es por relación al Otro que se puede distinguir un derecho y un anverso, deseo y realidad, pero primitivamente en el discurso del Otro, no concierne en nada al Sujeto hasta que deviene con el corte el Sujeto.
Con la topología Lacan explica que no basta este corte, no basta sólo la inscripción significante para hacer posible la separación deseo/realidad, sino un doble corte que restituye la superficie de la cual el derecho se continúa con el anverso, la no separación primitiva de la realidad y el deseo. De esta manera es como explica que la realidad , lo “listo para llevar” del fantasma es el montaje de lo simbólico y lo imaginario y el deseo en el centro de este aparato es lo que cubre, pero no la esencia de la realidad.
Retoma para explicar la relación del S al a los círculos de Euler donde a viene a ser la intersección de S y A, vel de la alienación donde el sujeto sólo puede instituirse en relación de falta al a que es del Otro, al querer situarse en el Otro y no haberlo más que amputado de este objeto a. Por lo tanto, implica una doble operación lógica: reunión (ligazón del sujeto al Otro) e intersección (define al objeto a, separación).
La representación de una falta instaura la “estofa del deseo”, esa estructura del globo que toma Lacan para dar cuenta de que en el plano de la relación imaginaria se instaura una relación invertida de aquella que liga el Yo (moi) a la imágen del Otro. La entrada en juego del lenguaje no admite la complementariedad imaginaria. “El significante no sólo aporta lo que no está ahí,..... lo que no está el significante lo designa, lo engendra; lo que no está en el origen es el Sujeto,... es bajo una fórmula alienada que permanece marcada hasta en su término toda enunciación del Dasein”(9)
Es el acto sexual como dice, donde más se patentiza la repetición, la pérdida inagural de la naturalidad instintiva ya que implica, a diferencia del animal, una búsqueda continua. Pero será necesario analizar cuál es la articulación significante de lo que de la repetición está implicado en dicho acto. Es que justamente, en el registro subjetivo, el sujeto busca en una relación a la idea de pareja, situarse en una proporción.
Sin embargo, así como decía que operada la diferenciación la unión de los conjuntos es sólo fantasmáticamente posible, lo es esta pretendida búsqueda subjetiva de la pareja como complementariedad, como proporción armoniosa de macho-hembra. La misma sólo es ilusoria y esto es lo que quiere decir con su expresión “no hay relación sexual, hay sexualidad”. Sin embargo, en la repetición algo se articula. Va a introducir entonces el concepto de inconmensurable, del número de oro para poder dar cuenta de lo real en juego en la relación sexual y su articulación con lo imaginario y simbólico .
“En matemática se dice que dos segmentos son inconmensurables si cuando elijo a uno de ellos como unidad de medida el otro no puede ser expresado por ningún número racional” (10). Con los números racionales es posible comparar pero con los irracionales es imposible llegar a una división exacta, siempre hay resto, por lo tanto son inconmensurables en relación a la unidad, no tienen común medida con la misma.
La irrupción de lo irracional les plantea a los matemáticos la dificultad de establecer una razón entre cantidades inconmensurables. Entonces surge de los mismos un subterfugio: la proporción que es una igualdad de razones que permite operar independientemente de que si los elementos son o no conmensurables. Se define la proporción como verdadera cuando “el producto de los extremos tiene que ser igual al producto de los medios” (11)
Desde el momento que la proporción permite la operación como si no hubiera resto, encubre y vela al número irracional y el ejemplo paradigmático es la llamada proporción áurea o la divina proporción que es la que incluye el número de oro.
Con la teoría del caos, se retoma el tema del número irracional porque se comienza a trabajar no sólo con ecuasiones lineales sino con las no lineales (éstas no son predecibles, no pueden ser manejadas con cálculos algebraicos y el cambio en una variable puede producir efectos totalmente desproporcionados). Al trabajar con ecuaciones con números racionales el patrón de repetición se repite pero con los números irracionales no se repite nunca, no aparece un patrón fijo. “Estos demonios no lineales son tercamente individualistas” como las pulsiones anárquicas, que en su repetición e insistencia no siguen ningún patrón fijo sino que justamente repiten la diferencia.
Al trabajar con los números irracionales siempre se trabaja con un error que se magnifica en las sucesiones, el error de redondeo se debe a una información faltante. Esto de la matemática lo podemos relacionar con lo que plantea Lacan respecto a la falta inagural del significante del sujeto y que es causa misma de la repetición.
En matemática el número de oro o Phi, es el único número que tiene la particularidad que la inversa de ese número (1 sobre A) es igual a la suma de 1 más A . Sin embargo Lacan toma un número más chico porque lo que intenta demostrar es lo que transcurre entre el 0 y el 1, entre el vacío y el primer enjambre significante, el número de oro como producto del significante.
De esta manera recurre a esta herramienta matemática porque le permite dar cuenta de esa articulación lógica tan particular del inconciente, la pretendida armonía (siempre ilusoria, imaginaria) y la irrupción de lo disarmónico (lo irracional, pulsional, real), efecto del significante (simbólico) que queda velado por la “divina proporción”.
Sin embargo, en la clase del 12 de abril va a retomar esto diciendo que no hay acto sexual , sino que hay sexualidad. Porque define el acto como “el redoblamiento de un efecto motor tan simple como “camino” que hace que al sufrir solamente un acento se encuentre repetido, este redoblamiento toma la función significante, que hace que el sujeto pueda insertarse en una cadena” No hay posibilidad alguna de que el sujeto se inscriba como sexuado en una conjunción al sujeto del sexo opuesto, por el contrario, sólo podría instituirse en el discurso donde cuenta un tercero.
La repetición que el acto sexual implica, remite a la búsqueda de un “elemento de medida y de armonía” que intenta Lacan analizar en la complejidad de su estructura. Desde el momento que el sujeto se constituye a partir de la pérdida de naturalidad, no hay posibilidad alguna de una complementariedad en el acto sexual al modo de macho y hembra, tal armonía de la “naturaleza” resulta imposible para el sujeto humano, por ello “ no hay sexo, hay sexualidad”, y ésta sólo puede ser perversa y polimorfa, fuente siempre de inhibición, angustia y síntoma.
Toma en análisis esta “relación inarmónica”. La relación entre dos unidades conmensurables siempre tienen un punto de encuentro donde volverán a caer juntas, en cambio, en el caso de los valores inconmensurables jamás se encuentran.
Esta relación, propia de la estructura llamada proyectiva, tiene una “extrema y media razón”, perfectamente determinada y única, numéricamente hablando. “Si entre la parte menor y la mayor tiene que haber la misma relación que entre la mayor y el todo” (11) , dándo al segmento menor la denominación a y al segmento mayor el valor 1, resulta que la relación es la misma que la relación . En la búsqueda de la interferencia entre dos valores inconmensurables, rebatiendo lo más pequeño en el campo de lo más grande, lo que adviene desde el punto de vista de la medida, es 1-a, se puede seguir así hasta el infinito permaneciendo siempre “un desecho”, una imposibilidad de coincidencia. Esa relación a que le llama Lacan número de oro , como media y extrema razón es de cuya propiedad intenta comprender algo de la satisfacción sexual.
“.....a es uno de los términos de esta relación genital, cualquiera sea su sexo. ...La muchacha como el muchacho entran ahí desde el principio como niños, dicho de otra manera, representando el producto” diferencia ahí mismo la creación del producto.
Lacan articula esta relación de producción con la pareja parental y su función sexual, diferenciándola de lo que anteriormente había articulado, función madre o padre. Aquí tratará, en la producción de la pareja parental, del polo materno (que puede tocarse en algunos puntos con el orden femenino pero no son equivalentes)
“El polo materno está presente en la sexualidad, pero está presente como una idea. Entonces define a este polo materno como el lugar de la unidad como unificante, todas las ideas de unificación, toda la ilusión de unificación que uno pueda tener” (13 ) Dice Lacan: ... “la unidad de la pareja construida por lo que la enunciación religiosa ha formulado como una sola carne....enunciación religiosa representada por la investigación analítica, en la conjunción sexual por el polo materno” (14)
Continúa Lacan su desarrollo diciendo que tanto para el muchacho como para la muchacha, “para ambos, lo que son como producto, como a, debe confrontarse con la unidad instaurada por la idea de la unión del niño con la madre, esta confrontación surge de 1-a, que nos aporta un tercer elemento en tanto funciona como signo de una falta” (15) O sea, que tanto hombre como mujer, entran en la relación sexual como a, producto de una relación que le dio origen y como a causando el deseo del partenaire como objeto. Si cada uno de los partenaires entran como objeto a, de la confrontación surge la falta 1-a, que se intenta cubrir pero porque justamente está como falta. O sea, la relación sexual daría lugar a que dos objetos en su conjunción producen un elemento unificante y una falta.
La ilusión de que la relación sexual sea completa, armoniosa, sin resto alguno, es la intervención de un elemento tercero: el falo. Es éste el que permite la ilusión de armonía, lo que permitiría velar lo inconmensurable, lo irracional, el que aparece como “la divina proporción”. Como paradigma de la armonía y la belleza de las formas, esta proporción áurea aparece ante la presencia siempre de un resto .
Muy por el contrario, Lacan pone sobre relieve en contraposición con la “ilusión religiosa” de poder hacer gozar al otro o la posibilidad de la simultaneidad del goce, -variante del “amarás a tu prójimo como a ti mismo”-, el descubrimiento de que hay una total heterogenidad del goce masculino y goce femenino.
Lacan muestra el papel que viene a jugar el pene como órgano aparentemente funcional, en la particularidad del goce masculino, ya que está en el centro de la satisfacción sexual y a la vez por su detumemescencia marca el límite al goce
Por otro lado, la mujer por no tener el falo toma un valor el don de la mujer, como amor que, tal como lo definiera desde el principio Lacan, es dar lo que no se tiene. El goce de la mujer es que “lo que da bajo la forma de lo que no tiene es también la causa de su deseo”, es causa sui, se causa solo, “deviene lo que crea de manera totalmente imaginaria y justamente lo que la hace objeto, tanto que en el espejismo erótico puede ella ser el falo y a la vez no serlo; lo que da por no tenerlo deviene en causa de su deseo” (16)
Muy por el contrario, la mujer queda más del lado de la creación, porque ella por no tenerlo, crea un falo a partir de la nada.
Es posible interpretar , en toda su dimensión, la articulación del complejo de castración a la significación del falo, en tanto que le da estatuto de “nudo” o función de anudamiento de los tres registros: real, simbólico, imaginario. Por otro lado es lo que va a dar lugar al significante falo como regulador del desarrollo; función ésta que se funda en la idea de una proporción, de una común medida, de una razón en sentido matemático, que brinda un patrón de medida que le permite operar en la estructuración dinámica de los síntomas, pero que también es la que da lugar a la sexuación, a la posición inconciente del sujeto en relación a su sexo.
“Es sabido que Freud especifica bajo este término la primera maduracióin genital: en cuanto que por una parte se caracteriza por la dominación imaginaria del atributo fálico y por el goce masturbatorio, y por otra parte localiza este goce en la mujer en el clítoris, promovido así a la función del falo.” (18)..
Con esta frase “dominancia imaginaria del atributo fálico” Lacan introduce la lógica del ser y el tener el falo, en relación a la identificación y que en última es una lógica estrechamente vinculada a lo imaginario porque es atributiva pero diametralmente distinta al problema del goce masturbatorio.
“El significante tiene una función activa en la determinación de los efectos en el que lo significable aparece como padeciendo la marca, convirtiéndose por medio de esta pasión en significado” Y el significable no es más que el cuerpo que pasa a otra categoría por efecto del significante, y en este sentido particularmente el pene, por el papel que tiene en la reproducción y porque su detumescencia presentifica la castración, la pérdida, la pequeña muerte. Por ello se presta a “padecer” pasivamente los efectos del significante.
Dice Lacan, que el significante falo no es un fantasma, ni un objeto,.ni un órgano, sino un significante cuya función “es designar en su conjunto los efectos del significado”. De manera que entre toda la batería de significantes, éste está separado de la globalidad de los significantes para nombrar el conjunto de los significados. Pero aquí opera como metonimia de la pura diferencia.
A la especificidad biológica perdida por efecto del lenguaje, la diferencia significante sustituye la diferencia sexual, es el significante privilegiado de la marca por la cual se unen sexualidad y lenguaje, el sexo y el lenguaje. De ahí que este significante fálico es una marca universal, válida para todo hombre, a diferencia de otros significantes, como el Ideal. Las respuestas a este significante pueden ser la represión, la renegación, la forclusión, según las estructuras clínicas, destino del significante fálico solidario del complejo de castración y su resolución. Lacan dice:
“Puede decirse que ese significante es escogido como lo más sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual, a la vez cque como el más simbólico en el sentido literal (tipográfico) de este término, puesto que equivale allí a la cópula (lógica). Puede decirse también que es por su turgencia, la imágen del fujo vital, en cuanto pasa a la generación”
Aquí es posible tomar en su verdadera dimensión de articulación real, simbólico, imaginario del falo. Por un lado está tomada la copulación en sentido de real, externo a lo simbólico. Pero justamente allí donde la copulación biológica, instintiva, falla en el ser hablante, la cópula lógica -función del falo como marca tipográfica- viene a suplir. El falo produce una marca, en el sentido de letra (tipográfica) que está abierta a múltiples combinaciones . El carácter de equivalencia de la marca con la cópula se articula con el valor lógico, vale decir, lo verdadero o lo falso. Este desarrollo es lo que le permite a Lacan introducir la lógica del ser y el tener el falo. Esta lógica que pertenece a lo imaginario está en coincidencia con subraya como también de este orden: la turgencia, la erección, asociado al significante fálico.
Pero dice que “todas estas expresiones no hacen sino seguir velando el hecho de que no puede desempeñar su papel sino velado”. El falo negativizado es el falo imaginario tal como opera en la castración. El falo simbólico, como significante no puede ser ni negativo ni positivo, no opera como falta ni como plus. Opera velado. Aquello que en lo imaginario aparece como un (- ), que no se ve en el espejo, aparece en lo simbólico como el significante fálico, , no visible debido a la acción del velo que lo encubre, velo que reemplaza al (-) en la designación de la ausencia.
El significante fálico es un signo de la represión que sufre lo significable del sujeto en el nivel de la necesidad biológica. Diana Rabinovich hace hincapié en que es necesario distinguir que cuando se refiere Lacan a esta nominación del significante fálico como signo, no hay que confundirlo con el significante del sujeto. No es el significante que representa al sujeto ante el resto de los significantes, sino significante del deseo y del goce. Su función será hacer signo al otro sexo, signo al Otro del deseo o del goce.
El falo suplirá lo que el significante le hace perder de natural a la sexualidad humana, lo suplirá en tanto que marca y al mismo tiempo, como cópula, como lo que hace lazo lógico entre los sexos. El falo es, por tanto, el significante mismo de aquello por lo cual en el ser humano la sexualidad es un sistema de significantes y no de signos .
La represión primaria es solidaria de la pérdida de naturalidad, por tanto posibilita la pulsión. Lo viviente padece la represión primaria, ésta “marca al sujeto y el significante que lo marca, el falo, deviene significante de la pérdida de naturalidad, pero no significante del sujeto. El falo padece la represión secundaria” (19), es efecto de la represión y como tal, significantes de los mayores efectos de la represión primaria: deseo y el goce “El falo como significante da la razón del deseo (en la acepción en que el término es empleado como “media y extrema razón” de la división armónica)” O sea razón en el sentido matemático del término, como proporción justa en la operación de división, como número de oro , como denominador que lógicamente permite la relación entre los sexos, su división armónica. A esta altura de La significación del falo no desarrolla la articulación del objeto a con el falo, cosa que sí va a llevar adelante en el Seminario 14.
Lo que sí despliega es la articulación del falo y la prueba del deseo del Otro. La relación del sujeto con el deseo del Otro entraña una pueba por la que hay necesariamente que pasar, que como tal, deja marcas y un riesgo. Es una prueba no en ausencia -como es el caso de la demanda del Otro- sino una prueba en presencia.
Diana Rabinovich diferencia claramente la heterogenidad entre presencia de la demanda -que tiene que ver con el significante I, con el Ideal, y presencia del deseo -significante fálico- “Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo” (20) La posición del niño, al querer ser el falo, exige la presencia del falo en tanto que falo imaginario, posición regida por el significante fálico como significante del deseo de la madre. El niño no se identifica con el significante sino con los efectos de su significación, por tanto con lo imaginario -en el ser o en el tener-. La prueba implica un padecer: la división del deseo se instala aquí entre el falo que se quisiera ser y lo que tiene para ofrecer al Otro.
En la medida en que se habla del falo que se quisiera ser y se lo compara con el que se tiene, necesariamente se filtra la referencia al ideal. Es por aquí que se inmiscuye la demanda de amor, por lo que la prueba de amor le marca siempre al sujeto que todo lo que tiene para dar es, por estructura, insuficiente. Esta “falla”, esta prueba del deseo del Otro, hace aparecer la fobia .
El efecto del falo como significante será darle “realidad” al sujeto en ese significante, entendida la misma como imaginaria, como colocarse en la posición de ser el significante del deseo de la madre. De esta manera “irrealiza” las relaciones que se han de significar, las relaciones del sexo. O sea, al perder la naturalidad como seres hablantes a ambos sexos no le queda más que parecer hombre y mujeres por no poder serlo instintivamente. Sólo le queda el nivel de la máscara, como forma de búsqueda de un ideal que como tal, sólo puede culminar en el fracaso.
A esta altura va a diferenciar la posición de la mujer y el hombre en relación al complejo de castración -como amenaza y como nostalgia-. En el caso de la mujer la nostalgia es el término propio de la privación. Para actuar como razón del deseo, tiene como única salida la mascarada femenina. Si el otro tiene el significante del deseo de la mujer en el acto sexual, ese tener, la priva a ella de tenerlo, reavivando la herida de la privación, su nostalgia. En la mujer tienden a coincidir el objeto de amor y el objeto del deseo. Hasta aquí no revela la diferencia del goce de la mujer y del hombre, lo que sí va a diferenciar en el Sem. 14
Freud analiza en primer lugar el síntoma como retorno de lo reprimido. Habla de un “síntoma estructurado” que requiere ser descifrado al modo de los jeroglíficos. Esto tiene que ver con la formación sustitutiva, simbólica, donde viene un significante en lugar de otro. Esto lo va a plantear Lacan como la estructura significante del síntoma, como palabra amordazada, o sea, como efecto de los deslizamientos simbólicos. En este nivel es posible plantear el descifrado del síntoma a la manera del descifrado de los sueños, y por ende, con cada sujeto es necesaria la tarea de “desconstrucción” -término tan utilizado en nuestra época- de los sentidos y reconstrucción de los mismos. Es claro que al estar estructurado como un lenguaje, está en juego en principio del placer, la energía ligada que en sus desplazamientos, en sus ligaduras, alcanza una “realización del deseo”.
Podríamos analizar como en la relación sexual también se da lugar a una suplencia pero no de un significante por otro sino de una sustitución metafórica, de la “naturalidad del sexo” perdida por nuestra condición de seres hablantes. Es ésta una “mascarada” como efecto imaginario producido por la operatoria del significante fálico, de posicionarnos como hombre, mujer, como seres sexuados en una relación, pero desde un orden lógico y no “natural” o instintivo. En tanto el significante fálico da lugar a la operatoria sustitutiva, a las significaciones, a elevar el cuerpo a la categoría de significado, algo se escribe, entra en la estructura simbólica, y por ende da lugar a la “realización del deseo”, a la “sexualidad” como posiciones subjetivas, lo que no puede escribirse es el sexo
Sin embargo, Freud hace progresivamente hasta el final un viraje que lo va a llevar a analizar la resistencia del síntoma ya no sólo por el placer en juego sino por la satisfacción pulsional que el mismo permite. Hay algo más allá del descifrado, hay un límite a la interpretación, la misma estructura del síntoma resiste el desciframiento. Es cierto que Freud se encontró con ese límite en el trabajo psicoanalítico de “la roca viva de la castración” , que Lacan, con otras herramientas y en otro momento epistemológico puede conceptualizar como lo real, como aquello que no cesa de no escribirse, y que justamente tiene que ver con la trayectoria en retorno de la pulsión.
También es cierto que Lacan sigue un recorrido similar al de Freud, en tanto también parte de la estructura simbólica, en su articulación con lo imaginario y es al final de sus seminarios que conceptualiza y dimensiona en todo su relieve este registro de lo real y el goce. Es así como va a decir Lacan que la estructura significante del síntoma está sumergida en el goce, y esto es lo que comanda el trabajo del aparato psíquico.
También en el abordaje de la sexualidad vemos este anudamiento. Desde La significación Del Falo, donde despliega el papel estructurante y de articulación lógica del significante falico hasta el Seminario 14 hay todo un recorrido que le permitirá ya en este último abordar no sólo el posicionamiento distinto del hombre y la mujer frente a la significación fálica, sino la heterogenidad de los goces que sí comienza a desarrollar aquí. Y es porque introduce en la relación sexual un elemento tercero: el falo, sino también el objeto a como real en juego. Este falo viene a ser extrema y media razón en tanto vela justamente lo imposible de escribir del sexo, la imposibilidad de la complementación sexual y por ende de la armonía.
La repetición de la relación sexual tiene por ende que ver con la búsqueda incesante de escribir aquello que es imposible de entrada. Como lo pulsional tiene que ver con el cuerpo algo satisface y liga pero no todo. El placer en juego se posibilita por los intercambios simbólicos y por otro lado la satisfacción pulsional, el goce, está en la repetición de un trayecto que intenta recuperar lo perdido de entrada, lo que nunca hubo, y que es lo particularísimo de cada sujeto.
1) Tienen articulaciones e interferencias.
2) Son elementos terceros en el acto sexual -que no hay- y que compensan de algún modo.
1) El falo simula una diada, una complementariedad, la ilusión de unificación y armonía.
2) El objeto a como inconmensurable, como número de oro, estará siempre en lugares distintos, en una asimetría total. Pero a su vez este objeto a tiene funciones diferentes:
a) Aparece como el sujeto mismo, ya que es una de las posiciones posibles del sujeto . Por eso dice Lacan que el objeto funciona como soporte, montura del sujeto.El sujeto, producto de una relación sexual, entra en la relación de pareja como objeto. En tanto montura da brillo fálico, el sujeto es la joya. Los objetos marcados por el brillo fálico producen un tipo de goce, pero no tienen que ver con el goce del cuerpo. Señala en relación a este tipo de goce que el goce femenino está más cerca de saber de su posición de objeto que en el caso del hombre.
b) El objeto a como objeto parcial tiene que ver con las cuatro formas de objeto de la pulsión, y esta es la particularidad del goce del cuerpo, del que, por otro lado, nada podemos saber sino a partir de recorrer toda la serie de objetos a los que se les concede valor fálico y que están articulados con estos objetos parciales.
Aquí es donde toma una dimensión de importancia para Lacan el complejo de castración ya que es imposible entender este valor de goce si no lo articulamos al mismo. Es porque hay una prohibición del autoerotismo sobre un órgano preciso que juega allí una función dicho órgano como elemento de unidad en el intercambio. O sea, que es por el complejo de castración que se transforma el falo en significante que va a ser una unidad, que va a permitir los intercambios y que va a producir significación fálica. El órgano, el pene, se presta para ser capturado por este orden simbólico por ser un órgano impar, al igual que el significante fálico que es impar y por ello el único que no hace cadena. Por otro lado, por su detumescencia, da cuenta de un corte, de una pérdida, de un límite al goce, y por ello mismo presentifica la pérdida del goce todo producida por el significante pero por ello mismo una posibilidad de gozar, un valor de goce o, recuperación de goce.
Dice textualmente en la clase del 19 de abril “el valor de goce tiene su origen en la falta marcada por el complejo de cstración -dicho de otra manera, la prohibición del autoerotismo sobre un órgano preciso que no juega ahí más que el rol y función de introducir el elemento de unidad en la inauguración de un estatuto de intercambio- todo depende de lo que sea luego economía en el ser hablado”....”el ser será llevado a la función de partenaire en esta prueba del acto sexual en la que es puesto el sujeto”....incidencia del complejo de castración en este “milagro que hace del partenaire sexual un objeto fálico, punto que pongo aquí de relieve en el sentido de “el hombre” a “la mujer”...”uno es quien tiene pero uno no es lo que tiene, en otros términos, en tanto el hombre tiene el órgano fálico no lo es, implica que del otro lado uno es, lo que no tiene, es decir que es precisamente en tanto no tiene el falo que la mujer puede tener ese valor”.
KANER, Hilda, Clases de Maestría en Psicoanálisis, 18 de mayo de 1996.
Por. Lic. Norma Aubone de de
El
Freud trabajó denodadamente para abordar lo inconsciente que como tal, excede radicalmente al “mundo”, correlato necesario de la conciencia, y por ende a toda posibilidad de anticipación, previsión, prueba experimental.
Lo que le importó fue afirmar el carácter psíquico de lo inconsciente, por eso habla de lo inconsciente constituido por representaciones.
¿Porqué?
Pues porque no podía estar Freud ajeno a la tradición filosófica de la época.
Franz Brentano buscaba una propiedad que distinguiese a los fenómenos psíquicos de los fenómenos fisiológicos y la encontró en lo que los Escolásticos llamaban “inexistentia”: no quiere decir inexistencia sino “existencia en”, existencia del objeto en el espíritu o tal como se presenta para el espíritu, tal como este último lo conoce y experimenta.
La representación es un acto de un sujeto que produce un “diverso sensible”, una suerte de imagen. Hay un principio ordenador de la representación que unifica a ese diverso sensible. Ese principio es el sentido, o sea lo que hace que la representación pueda caracterizar a lo psíquico es que en ella está presente un sentido. Lo psíquico es el sentido.
Cuando Freud considera fenómenos que entiende provenientes de lo inconsciente, descubre en ellos un sentido pese a su insignificancia aparente (lapsus).
Sin embargo, con esto Freud entra en oposición con los presupuestos modernos
de la ciencia porque ésta no puede hacer acepción de ningún sentido.
La representación se caracteriza por el sentido, pero también por la suposición de un objeto al que este sentido debe serle imputado. La representación, aún cuando debe hallarse en relación con un objeto exterior al espíritu, “transcendente”, lleva en sí su objeto.
Además de hablar de representaciones Freud enuncia que hay pensamientos inconscientes. Pensar es establecer equivalencias. Pensar es poder decirlo de otra manera, explicar, deducir. Es cierto que en lo inconsciente se pasa de una representación a otra realmente equivalente, o sea, que tiene el mismo sentido y el mismo objeto, pero nada tiene que ver con la actividad del pensamiento consciente, racional
No se trata, entonces, de que el inconsciente sea “otro psiquismo” análogo al primero, sino de otro funcionamiento del psiquismo. Si pensar es establecer equivalencias, lo que distingue al pensamiento inconsciente del consciente es el modo de estas equivalencias
El particular modo de equivalencias del pensamiento inconsciente es la contiguidad. Freud habla de desplazamiento de una representación a otra (“montante de investidura” que se transmite de la primera representación a la segunda) y de condensación porque una representación única remite a varias otras simultáneamente. A este modo le da en llamar “procesos primarios” para diferenciarlos de los “procesos secundarios” modo particular de equivalencia de los pensamientos conscientes.
El “pensamiento inconsciente” se caracteriza para Freud por abandonar el plano de la referencia “objetiva”: funciona, no según el principio de realidad que impone nexos objetivos (de clasificación, de causalidad, etc.) entre las representaciones, sino según el principio de placer. De ahí, por ejemplo, dos características de las representaciones inconscientes: que ignoran la negación (la duda, el cálculo) y el tiempo. (Estas son características de las estructuras a priori, intuiciones puras o categorías del entendimiento que Kant establece en la “Crítica de la razón pura” como condiciones del pensamiento científico)
En La interpretación de los sueños Freud aborda estos “pensamientos inconscientes” diferenciando la identidad de pensamiento -perseguida por los procesos secundarios-, de la identidad de percepción, -perseguida por los procesos primarios-. Con ello parece quedar en oposición pensamiento y preconsciente de un lado y percepción e inconsciente por el otro, lo cual no deja de aparecer inicialmente como problemático.
Para Freud fue un problema esencial la justificación de lo inconsciente. A ello dedicó el primer capítulo del tercer artículo de
Hay que partir de la idea de que lo inconsciente debe tener alguna relación con la conciencia. Al situar lo inconsciente con respecto a la conciencia y a lo consciente, Freud diferencia lo preconsciente como lo que simplemente es no conciente, lo que no aparece ante la “mirada” de la conciencia, pero que en todo momento puede –en función del contexto- abandonar esa latencia y tornarse consciente.
Enfrente, lo inconsciente, es lo que no puede tornarse consciente en circunstancias normales, o sea, fuera de la cura analítica, donde justamente el propósito sería tornar consciente las representaciones inconscientes a través del levantamiento de la represión.
Una manera de dar luz a esta problemática es determinar con mayor claridad qué se entiende por conciencia y sobre todo cómo es entendida en el contexto filosófico-científico en que Freud desarrolla su teoría, en tanto y en cuanto no podía dejar de lado las resonancias de la época.
La conciencia es una de las palabras claves de la filosofía moderna desde Descartes hasta Husserl y Sartre, pasando por Hegel.
La teoría fenomenológica de Husserl hace de la conciencia la “esencia”• del sujeto (que puede ser más o menos consciente, pero que en sí lo es siempre).
Por ejemplo. Si voy caminando por la calle enfrascado en mis pensamientos y de repente escucho una frenada y tomo conciencia de que estoy cruzando la calle distraída ¿Qué supone esta toma de conciencia?. No es adquirir un saber, porque ya lo tengo. En realidad es más bien verificar lo que ya uno sabía porque al cruzar la calle había una intencionalidad de dirigirme a un lugar determinado. Por ello la conciencia tiene un prosupuesto sobre cuyo fondo ella es verificación. Ese saber recae sobre una realidad llamada “diverso sensible”, al que se le confiere una unidad que es el sentido. De ahí que lo que caracteriza al elemento previo a la conciencia es la asignación de un sentido.
Se da una “anticipación de sentido”, y la conciencia es verificación de dicho sentido, re-construido en el presente. Es claro que lo esencial entonces es ese juego temporal.
Por una parte, un sentido es anticipado para un diverso, de tal suerte que no hay presencia necesaria a todos los elementos de lo dado sensible, sino únicamente a aquellos que permiten un reconocimiento suficiente. Por otro lado, el sentido que conviene a ese “diverso sensible” es la conciencia.
Husser hace de la conciencia la “esencia” del sujeto teniendo en cuenta todos los grados de conciencia. Esa conciencia constituye el sentido, éste se constituye por una diferenciación temporal en el acto de la conciencia entre el sentido como anticipado y este mismo sentido como experimentado o re-experimentado. Freud llama a todo ese “presupuesto” capaz de volverse consciente lo preconsciente.
El tema de la anticipación del sentido remite a un sentido más allá de la toma de conciencia de que se cruza la calle, remite al sentido de la calle, del trayecto o trámite a realizar, de las característica de esta calle en cuanto a su tránsito y peligrosidad, a la ubicación específica en la ciudad, etc. Todo ese conjunto ordenado es lo que en filosofía se llama “el mundo”.
La fenomenología se dedicó a analizar ese fenómeno del mundo y del ser-en-el-mundo.
Podemos hablar de cinco características del mundo:
1)Todo lo que aparece en mi mundo existe en-representación. En el mundo nada existe sino en representación, representación del pasado, pero también representación anticipada del futuro y de lo posible, que coincide con el presente. Por lo tanto implica temporalidad.
2) La unidad, totalidad del mundo, ya que un mundo no es sólo un todo de representaciones articuladas unas con otras sino de elementos que existe articulados “en mi representación”
3) Este conjunto se ordena de acuerdo con una común referencia de todos esos elementos al sujeto para quien, en cuanto objetos de sus representaciones ellos tienen sentido. Como sujeto estoy en cierto modo presente “en pensamiento” ante todos los elementos de mi mundo, por distantes que estén objetivamente de la situación en la que yo mismo me encuentro como elemento de este mundo.
4) La temporalidad propia del mundo, en el mundo el tiempo no hace que advenga el sentido sino que despliega y desenvuelve un sentido siempre anticipado. El tiempo en el mundo es lo que puede impedir que la realidad se adecue al sentido tal como estaba anticipado, pero jamás lo que constituye y hace aparecer un sentido nuevo. La anticipación característica de lo preconsciente, es la determinación fundamental del mundo mismo como del ser-en-el-mundo del sujeto humano.
El sentido en cuanto anticipado se une a la idea de fin. El finalismo es la puesta en relación de todo lo que sobreviene y todo lo posible hacia un fin anticipado, éste es uno de los caracteres más significativos del ser-en-el-mundo. Por ello el hombre se encuentra en posición de amo frente al mundo como sujeto del conocimiento, en tanto “da sentido”, “ordena” al determinar de antemano el sentido que tendrá lo real o, al menos que lo real tendrá un sentido (El esclavo no puede contar con un orden de su mundo porque el amo puede introducir en él su arbitrariedad, lo imprevisible por excelencia).
Heidegger le pone un límite a este dominio de la incertidumbre. Si bien el sujeto como ser-en-el-mundo es conocimiento y saber, este saber y conocimiento según él pueden ser incompletos. Hegel apunta al “saber absoluto” como el ideal del ente humano en tanto posibilidad de dar sentido de todo lo que pudo, puede y podrá producirse de real en el mundo.
Heidegger contrapone que ese saber absoluto no podría ser un fin de esta clase puesto que excluye cualquier dependencia de aquel que posee un saber como ése, pero también cualquier trascendencia con relación al mundo. Su pensamiento pone límite al mundo y al ser-en-el-mundo
5) El último rasgo de esta presentación del mundo es la presencia de signos. Por ejemplo: el nubarrón: signo de lluvia. El signo no aporta el conocimiento, por el contrario, lo supone. Es el sujeto el que dispone anticipativamente del valor, es decir, de la significación del signo. Es el sujeto el que hace de tal o cual acontecimiento o conducta un signo.¿Qué es lo que señala el surgimiento del signo?. La presencia al sujeto de determinada representación que él “significa”. Se advierte entonces que no hay diferencia esencial entre los signos como acontecimientos (el nubarrón) y los signos puramente interiores al sujeto como lo son los elementos verbales (según Husserl “expresiones del pensamiento”). Tanto el acontecimiento-signo como el vocablo, no están presentes sino en-representación. El vocablo es representación de un vocablo, el acontecimiento representación de un acontecimiento
Concluyendo: Las características de lo que no es lo inconsciente en sentido freudiano, del mundo de la anticipación del sentido son: a) Que se trata de una determinación de lo real como perteneciente al mundo del sujeto; b) Que parece inseparable del lenguaje y de lo lógico, por cuanto el lenguaje sería un sistema de signos.
¿Qué es lo inconsciente?
Si la conciencia supone que hay anticipación del sentido, lo inconsciente es aquel fenómeno poseedor de un sentido pero no posible de anticipar. Ëste es lo real en cuanto irreductible, inconciliable con ningún “mundo”
Freud planteó los fenómenos de lo inconsciente como síntomas.
El síntoma se caracteriza por no guardar conformidad con la norma, o sea con aquello a lo que estamos acostumbrados. Significa una ruptura con la cohesión del orden del mundo. Freud toma los síntomas desde el enfoque médico de la neurosis pero lo nuevo –y eso es lo inconsciente-, es “suponer” en ellos un sentido, pero de ninguna manera posible de ser incluido en su mundo. Lo inconsciente como signo es una cosa imposible, -si se toma en serio que inconsciente es lo que no puede tornar consciente-.
Contrariamente a una tendencia que pretendería “comprender “ los fenómenos inconscientes articulándolos en el mundo del sujeto –como lo plantea la hermenéutica- Lacan insiste en lo contrario. El médico en los síntomas ve signos pertenecientes a su conocimiento médico. El sujeto por poseer un mundo en los fenómenos cuyo sentido no alcanza a asignar, no puede ver más que la señal de una insuficiencia de su saber, a diferencia del sentido anticipador de la consciencia.
La novedad introducida por la teoría saussureana del signo.
Saussure parte de que hablamos y para hablar hacemos uso de palabras y de elementos diversos que pertenecen a una lengua; hablamos suponiendo en nuestro interlocutor la presencia de aquel tesoro de la lengua gracias al cual podrá comprender lo que decimos, digamos lo que digamos “La lengua es un sistema de signos”
Así como Husserl analizando el concepto de signo establece que conviene hablar de “vocablo representado” y no real, Saussure también precisa que el carácter del signo es psíquico y por tanto representativo como el concepto. El punto de partida de la comunicación está en el cerebro donde los hechos de conciencia –que llama conceptos- se encuentran asociados con representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que sirven para su expresión, o sea, es en el cerebro donde está la asociación psíquica de esta imagen con el concepto correspondiente.
El signo asocia un concepto –no aparece clara en Saussure la diferencia entre concepto, idea y representación- y una imagen acústica –que no es el sonido pronunciado sino la impronta psíquica de este sonido, la representación que de él nos brindan los testimonios de nuestros sentidos-. Siendo igualmente psíquicos los dos aspectos o caras, los llama el significado y el significante. Para él significado y significante siempre están juntos en todo fenómeno lingüístico. El lenguaje humano supone que se piensa lo que se dice. El significado no puede existir independientemente de un significante. Si hacemos uso de los signos es para expresar un pensamiento ya formado pero el mismo se constituyó en un universo donde el lenguaje –significado y significante- están ya presente. Ambos están en el mismo plano.
Para la filosofía, el signo contiene la relación de finalidad, por el contrario, para Saussure –y en esto instala una ruptura con la noción filosófica de signo- el significado “contenido de conciencia” no precede al significante con el que está asociado en el signo.
¿Cuál es la esencia del hecho lingüístico? Pues la pura diferencia. En la lengua no hay más que puras diferencias en el plano significante (las palabras adquieren su valor en tanto no son ninguna de las demás) pero necesariamente se trata de las diferencias a nivel del significado.
La tesis lacaniana del nivel lógico del puro significante.
Lacan parte de este aporte de Saussure en relación al signo lingüístico distinguiendo el significado y el significante para ir más allá. Más que desvío, se trata de una prosecución del análisis. Una ciencia del lenguaje, volcada a lo que aparece dado en éste, debe excluir cualquier preexistencia del significado o una existencia del significado al margen de su relación con el significante.
Lacan va más allá, hace caso omiso del signo –de esa contemporaneidad del significante y del significado- y determina un plano del lenguaje en el que sólo aparece el significante puro, es decir, sin significado. Hay una autonomía del significante, el significado es producido por el significante, el significante es el agente
De esta manera, un significante que precede al orden del significado, a la asociación del significante y el significado en el signo, no depende del mundo ni de la representación
El significante significa pero ¿qué?.
Lo que significa remite a aquel para quien él significa y por lo tanto al sujeto. No es que el significante esté dirigido a un sujeto que lo preexiste, ya que el significante constituye al sujeto. Dice Lacan que algo es “significado al sujeto”. Lo que le es significado (por el significante) es sujetado a la ley del significante: el significado del significante es el deseo y la castración, o sea, el deseo como castrado. “Tu desearás y para eso debes aceptar la castración” es lo que significan todos los significantes. Por ello deben ser mostrados cada uno, como inseparables de todos los otros que son simultáneamente y di los que difieren.
La concepción lacaniana del significante es inseparable de una teoría del sujeto, ya que el significado depende de que es ante todo el hombre el que se incluye en el significante.
¿Porqué? Pues porque el sujeto es, él mismo, un significante. La fórmula de Lacan: un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, remite justamente a la identificación constitutiva del sujeto: la identificación con un significante. (Lo que llamará rasgo unario, S1)
Entonces, si el significado al sujeto es desear como castrado, no podría ser significado si no existieran en lo real hombres y mujeres: Diferencia significante por excelencia en el plano del significado, tal como lo describió Saussure . O sea, que si bien el significado de todos los significantes es idéntico –lo que aparentemente contradice el postulado saussureano- (el deseo como castrado), por otro lado, la diferencia pura reproducida del significante al significado se mantiene en tanto diferencia primordial del ser hombre y del ser mujer.
No hay significante hombre-mujer, pero sí el significado que es efecto del significante.
Por otro lado,. si el significado es el “ser de cierto ente”, según Heidegger, éste es justamente el “ser del hombre”, ser del deseo, lo que es lo mismo que carencia-en-ser.
Freud intentó inscribir en las estructuras intelectuales de la época, la conceptualización de lo inconsciente como representación de cosa o más bien Vorstellungrepräsentanz el representante de la representación (ya que el significante depende de otro orden, de otra temporalidad que la representación). Para algunos traductores es el representante (de la pulsión) en el orden de la representación, el representante representativo. Lacan sostiene el descubrimiento mismo de Freud al marcar la diferencia entre el sujeto de lo inconsciente, aquel cuya causa es el significante, y el “sujeto” del ser-en-el-mundo, para el cual sólo pueden haber “representaciones”.
Para Lacan se pueden distinguir los momentos siguientes: primero el significante y el orden de lo inconsciente; luego el efecto de significado, es decir, el significado como efecto (que corresponde al significado de Saussure) y por último lo que resulta de esta posición del significado y que Lacan presentará como la escritura, la letra.(que es, de hecho, el significante de Saussure). La escritura es la representación de la palabra, que según Saussure, es un vínculo más estrecho entre el significante como imagen acústica y la imagen dada por la escritura. El significante sólo remite a los otros significantes, de ahí que lo inconsciente, los elementos del pensamiento inconsciente vienen a ocupar el lugar o más bien a cercar la hiancia donde se sitúa el encuentro fallido con el Objeto que Lacan llama
Para Lacan existe entonces el plano en el que juega la pura articulación del significante. Las representaciones de cosa que Freud determinó como el contenido de lo inconsciente no son más que significantes. Y los modos de los procesos primarios, desplazamiento y condensación, reaparecen en las figuras de la retórica clásica que son la metonimia y metáfora.
Abodar con mayor claridad el problema de la conciencia es a fin justamente de diferenciar de qué manera el psicoanálisis propone justamente no reducir el sujeto a la conciencia sino la reconstitución del sujeto , posible ésta porque el análisis es una relación intersubjetiva.
Si la conciencia es un “espejismo” en tanto a partir del narcisismo -en virtud del cual el yo se desea como otro-, nace la relación con el otro como relación de captación. El niño vive desde el principio la relación objetal como relación de captación, interiorizando el objeto mismo del deseo. Dicha relación de captación se debe al deseo de reconocimiento: dada la extrañeza constitutiva del sujeto para sí mismo (por lo cual él es, precisamente, otro respecto de sí mismo), él busca en el otro el reconocimiento. El sujeto es, pues, deseo y deseo en cuanto carencia de ser. Para Lacan, esto equivale a afirmar que la estructura del sujeto es metonímica, es decir, tal que el sujeto nunca puede realizarse como todo.
“Si dije que el inconsciente es el discurso del Otro con una O mayúscula, es para indicar el más allá donde se anuda el reconocimiento del deseo con el deseo de reconocimiento”.
El inconsciente es el discurso del Otro, el discurso que se estructura sobre la remoción del significado y que como cadena significante, constituye al sujeto: Otro absoluto como estructura del deseo, por lo tanto no pasible de deseo, “puro sujeto del significante”. Es el Otro lugar de
“Dicho de otra manera, ese otro es el Otro que invoca incluso mi mentira como fiador de la verdad en la cual él subsiste. En lo cual se observa que es con la aparición del lenguaje como emerge la dimensión de la verdad”
En su referencia al Otro, al lugar en el que el significante se estructura sobre la fractura originaria que prohibe el significado, el analista remite invertido el mensaje del paciente. El conocerse se presenta así en su mentira, en su ser- desconocer; mentira que es garante de la verdad, porque en la insuficiencia para sí mismo está la verdad del sujeto, en su propio deseo de reconocimiento, que retorna así al sujeto como reconocimiento del deseo.
Liberar la palabra del paciente quiere decir liberarla de los espejismos del narcisismo: de la dialéctica del reconocimiento en la que se han desarrollado los modos de la alineación, hacia el reconocimiento a través del otro (el analista) del propio haberse constituido como otro, que es reconocimiento del deseo y donde la palabra ya no encuentra el obstáculo del objeto (reducción del otro a la relación de captación); se realiza concretamente en la relación intersubjetiva (y no de sujeto y objeto) transparente, como palabra del Otro.
“La palabra se muestra pues tanto más verdaderamente como palabra en la medida en que su verdad se funda menos en lo que se llama la adecuación a la cosa”
La metonimia conduce a la carencia de ser, la metáfora conduce a la cuestión del ser; si el esquema de la metonimia indica la persistencia de la barra, el esquema de la metáfora indica en cambio la ruptura de la barra y por lo tanto la emergencia de la significación; ella, en efecto, no es elisión sino sustitución.
Pero la metáfora no puede más que recaer en el continuo metonímico: siendo emergencia de significado plantea así el problema del ser; pero éste sólo puede plantearse en el interior del no-ser constitutivo, así como el significado sólo puede surgir del significante.
Esta es la peremne oposición del ser y la nada, de la verdad y la mentira, del significante y el significado; a partir de esa antinomia se constituye la palabra.
¿Cuál es la antinomia? Pues es la del inconsciente que, vedado al sujeto, constituye su Verdad, emergente de la cadena de los significantes, que es estructura del deseo y por lo tanto carencia de ser.
La Verdad está allí donde no está: las zonas “en blanco” las fracturas, las hiancias en el discurso, consienten el acceso a la verdad del paciente. Ellas reconducen a la fractura originaria, aquella que hizo que el “yo” se considerara “mi” y creyéndose tal,. no se asumiera como constitutivo en cuanto significante, sino en cuanto conciencia.
Siendo el inconsciente cadena de significantes, la tópica del inconsciente está constituido por las dos formas de incidencia del significante sobre el significado: metáfora y metonimia, ser y deseo.
Si el funcionamiento del inconsciente se indica con el algoritmo (Significante sobre significado) incesante deslizamiento del significado bajo el significante, esto hace posible la condensación y el desplazamiento: la primera es estructura vertical donde establece su campo la metáfora, la segunda es desplazamiento de la significación demostrada por la metonimia.
Si la correspondencia desplazamiento-metonimia puede ser evidente a primera vista (el desplazamiento es desviación en el curso del “pensamiento” de un significante contiguo; entra en la polaridad sintagmática), más problemática es la condensación-metáfora. Desde el momento que la condensación puede comprender un elemento manifiesto relativo a más elementos latentes o también una serie de elementos manifiestos relativos a un elemento latente es por lo menos discutible que ella no sea, en cambio, una metonimia.
Es necesario entender en que sentido y dentro de cuáles límites es posible introducir en Lacan la dualidad paradigma-sintagma como correspondencia de la dualidad condensación-desplazamiento, propuesta en términos de semántica y sintaxis.
La manera de acceder a la interpretación de la condensación semántica es la emergencia de la cadena de las asociaciones libres que subyace a ellas. Pero no se trata de hacer una “traducción simultánea” ya que la interpretación es posible en la medida en que presupone la función diferencial de cada elemento, y por lo tanto la posibilidad de separación,. recomposición, desplazamiento de cada elemento de una secuencia; la cadena asociativa es la que está bajo cada significante y por ello bajo cada fractura y permite la reconstitución de la cadena de los significantes que se presenta como lagunas.
La serie asociativa está in absentia en comparación con el discurso formulado: constituye precisamente las lagunas del discurso, lo que falta para que se reconstituya su sentido integral. Es evidente que una vez recobrada la cadena asociativa, ella tiene un carácter sintagmático: es la cadena de los significantes que de ausentes pasan a estar presentes. Metáfora y metonimia son, condensaciones semánticas pero justamente en este carácter se combinan en el plano sintagmático, reconstituyendo al sujeto como continuo metonímico.
El síntoma mismo, sobre cuya estructura metafórica insiste Lacan, es palabra: por eso, una vez liberada, no puede más que insertarse en la articulación constitutiva del sujeto, de la que antes sólo era un vacío.
Así lo dice Lacan:
“ Freud por su descubrimiento hizo entrar dentro del círculo de la ciencia esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite.
Que esto sea el síntoma y el preludio de una nueva puesta en tela de juicio de la situación del hombre en el ente, tal como la han supuesto hasta ahora todos los postulados del conocimiento....”
El inconsciente no es sentido sino letra. La “letra” es para Lacan el soporte material del lenguaje, en tanto tal, el sonido, la letra se transforma en “instancia del inconsciente” en la medida en que define en sus secuencias la estructura del sujeto, no reconocida por el sujeto mismo, en cuanto éste no se equipara a su propio ser.
“Si hablo de la letra y del ser, si distingo el otro y al Otro, es porque Freud me los indica como los términos a los que se refieren esos efectos de resistencia y de transferencia con los que he tenido que medirme desigualmente desde hace veinte años que ejerzo esta práctica-imposible, todo el mundo se complace en repetirlo después de él- del psicoanálisis. Es también porque necesito ayudar a otros a no perderse por allí”
Lacan pone en evidencia que desde Freud se revela el incesante deslizamiento del significado bajo el significante: significante y significado están desnivelados. La barra que separa a significante y significado es la barra de la remoción originaria: aquella que hace que el significante no puede nunca coincidir con el significado, o sea, consistir en el significado, y sin embargo insiste en cambio, en él. Con relación al sujeto, es la existencia, la excentricidad del sujeto respecto de así mismo, su ser-carencia-en-ser. Y esto es a partir de la imposición de la cultura sobre la naturaleza, con la prohibición del incesto (operatoria de identificación y alineación edípica), cultura como estructura inconsciente.
El sujeto insiste en la remoción de su propio significado, de su propio ser; en ese carácter su estructura es metonímica: el significado es un desfallecimiento en el significante y la cadena significante es una continua remisión interna al signficante.
El sujeto es, pues, metonímico, carencia de ser, es decir, deseo. ¿Deseo de qué? El deseo del sujeto es su estructura como estructura del deseo, como insuficiencia de ser, de modo correlativo al permanente deslizamiento del significado bajo el significante, no pudiendo éste más que remitir a otros significantes.
La relación objetal es precisamente la carga del deseo insistente sobre la carencia-de-ser, por lo tanto, en tensión hacia el ser carente: de allí su objetivación –o sea, la instauración de la carencia-de-ser en la relación de objeto, sin que éste pueda colmar mientras permanece la carencia, la barra, la resistencia que fractura la relación significante-significado.
Por ello la inadecuación del sujeto consigo mismo se debe a su ser-carente: lo que vuelve sabio al hombre, en cuanto consciente de su ignorancia, ente en cuanto insistente en su no-ser.
“Porque si el síntoma es una metáfora, queramos o no decírnoslo, como el deseo es una metonimia, incluso si el hombre se pitorrea de él. Y así, para que los invite a indignarse de que después de tantos siglos de hipocresía religiosa y de fanfarronería filosófica, todavía no se haya articulado válidamente nada de lo que liga a la metáfora con la cuestión del ser y a la metonimia con su deficiencia”
Maria José Gallardo
“Quien come ya no está solo…”
Decir que significa comer implica varios desarrollos, de los cuales solo tomaré algunos: pulsión e instinto.
Lacan en su Seminario 1 realiza la distinción entre los seres humanos y los otros animales, o como explica él mismo, Psicología humana y psicología animal. La distinción fundamental entre ambas psicologías esta marcada por el lenguaje1.
Razón por la cual años posteriores dirá que la psicología y la sociología, solo quieren lograr resultados en el dominio animal solo a nivel imaginario. Sin embargo, él demostrará que el psicoanálisis no puede concebir los hechos de la psicología humana sino esta presente la función del sujeto definido como efecto del significante2.
Jacques Miller3 nos dice que lo significativo de la pulsión es que en su movimiento circular alcanza la dimensión del Otro, produciéndose una intersección en el campo pulsional y el campo del Otro. La pulsión busca algo en el Otro y lo devuelve al campo del sujeto o al campo que después de este recorrido es el del sujeto.
Esto está en relación con el objeto de la pulsión, ya que ningún objeto, de ninguna necesidad, puede satisfacer la pulsión, por el hecho de que el recorrido del circuito consiste en circular alrededor del objeto.
Lacan dice “La pulsión puede satisfacerse sin haber alcanzado aquello, que desde el punto de vista de una totalización biológica de la función, satisface supuestamente su fin reproductivo, precisamente porque es pulsión parcial y porque su meta no es otra cosa que ese regreso en forma de circuito”4.
Diferencia fundamental con el termino instinto, el cual se inscribe en relación a un ciclo reproductivo conductual. El instinto repite ciegamente un mecanismo de sucesividad. El objeto y el modo de conducta para alcanzarlo son fijos, rígidos y estáticos.
En lo especifico de la pulsión oral, da vuelta en torno a un vacío, su satisfacción no esta en lo lleno que puede obtener del objeto sino en la repetición de la vuelta en torno al vacío del objeto. Es por esto que la pulsión implica un déficit en el sentido de la imposibilidad de alcanzar, de repetir el goce mítico de la primera satisfacción, aquel goce, el goce de
En relación a esto Recalcati5 dice que es posible distinguir la necesidad de comer de la búsqueda de la satisfacción pulsional a la cual la boca del bebé se consagra en la actividad repetitiva del chupar pero no solo para calmar el hambre sino fundamentalmente para obtener un goce de otro tipo, un goce de orden sexual, ya que el bebé queda igualmente prendido al pecho a pesar de estar satisfecho.
Es decir que tanto en el hombre como en el animal el alimento aplaca la urgencia de hambre, pero el hombre inventa además un discurso alimentario, inventa la gastronomía, enriquece el objeto de la necesidad con adornos, guarniciones, lo desnaturaliza, transforma. El alimento es desviado de su origen natural a través de la manipulación gastronómica-culinaria para valorizar al máximo la función del objeto pulsional y de este modo introducir en el campo de la satisfacción de la necesidad otra satisfacción: una satisfacción pulsional.
De este modo la comida, pasada a través del filtro significante del discurso de la cocina, es un hecho de cultura, como espacio donde se inventan los semblantes, los modos de gozar, que son formas de satisfacer la pulsión. En consecuencia el elemento alimentario es estructuralmente desviado de la naturaleza y va alienado al campo del Otro7.
En este sentido “quien come ya no está solo6”, esto significa que el ser hablante puede comer solamente si se encuentra inscripto en el campo del Otro del lenguaje. Como seres humanos se come siempre en la mesa del Otro, donde el comer no es simplemente aplacar el hambre, sino que es además y sobre todo la asunción de las reglas de la convivencia, del estar juntos, del gusto, de la tradición familiar y cultural, en una palabra del lenguaje.
Ahora bien, en el caso de la anorexia-bulimia la mesa del Otro es abandonada y se ofenden sus reglas. Quiere sustraerse al Otro del lenguaje y a sus leyes para preservar la propia integridad: la anoréxica con su rechazo de la comida y la bulímica con su voracidad sin límites. Ambas resaltan la ruptura de la comensalidad con el Otro.
Es siempre al Otro que quieren ver comer, que el Otro coma es para ella una garantía. Garantía de poder sustraerse de la mesa del Otro, como también, garantía de no ser devorada por el Otro, mientras el Otro coma.
Así se transformará en un esqueleto viviente para hacerle pagar al Otro la causa de su mal, extorsionará al Otro de cuyo amor fue privada.
Por lo tanto el eje central de la anorexia-bulimia está en relación a aquel hambre que ningún objeto puede calmar porque es hambre del seno, no de comida, del seno como significante del primer objeto perdido de satisfacción.
Es la valoración del objeto-seno, del objeto pulsional. Porque el objeto de la pulsión es en realidad el vacío. Y el vacío como tal es imposible de ser comido.
Anorexia-bulimia es una pasión por el vacío, apuntan a alcanzar y conservar el vacío: la anorexia encarna tal vacío en el propio ser, arrojando todo su ser en hacerse ella misma vacío puro. En cierto modo rinde su físico al vacío.
La bulímica lo encuentra al final de cada una de sus comidas y a través del vomito ella hace vacío en su cuerpo.
Bibliografía
1. Lacan, J. El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, 1953-54. Clase 13-16-20. Buenos Aires. Ediciones Paidós.
2. Lacan, J. El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964. Clase 16, El sujeto y el Otro:
3. Miller, J.-A. El Otro que no existe y sus comités de ética. Cáp., XVIII: El campo pulsional. Buenos Aires, Paidós. 2006, pág, 385.
4. Lacan, J. El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964. Clase 14, La pulsión parcial y su circuito. Buenos Aires. Ediciones Paidós, pág 186.
5. Recalcati, Massimo. La última cena: anorexia y bulimia. Cáp. 1, Lo lleno y lo vacío. Ediciones del Cifrado, 2004. Buenos Aires. Argentina, pág 44.
6. Cita que toma Lacan, en su Seminario 3, Las psicosis, clase 25, El falo y el meteoro, de un poema de Guillaume Apollinaire.
El Seminario, Libro 3, Las psicosis, 1955-56. Clase 25, El falo y el meteoro. Buenos Aires. Ediciones Paidós.
7. Lo consignado en negrita es mío.
Malvina Ruarte
Este es el título de un capítulo del Sem 11 de Lacán.
Qué es el Inconciente? no es una mala pegunta después de haberlo supuesto tantas veces; sobretodo entre analistas que se proponen constantemente desandar los “saberes supuestos”.
Por su afán clínico le preocupa a Freud encontrar un fundamento etiológico de las histerias. Buscaba un saber. Mucho se ha dicho, era un hombre de deseo. Fue un hombre hijo de su siglo, siglo del apogeo de las ciencias físicas, y como tal no podía escapar al paradigma causa-efecto. Si bien se trato de una búsqueda activa de un saber y del que pudo concluir reglas y leyes de ese Inconciente de las formaciones del inconciente (condensación, desplazamiento) en Interpretación de los sueños o de Psicopatología de la vida cotidiana; se topó con el ombligo del sueño; y al bucear en su clínica con la roca viva de la castración.
En 1920, en Más allá del principio del placer hace planteos que permiten pensar que lo traumático es el exceso de excitación, ligar la energía libre, el quantum de afecto; cuando fracasa esa función del Inconciente aparece la angustia… Con Lacán diríamos que el trabajo del Inconciente es dar sentido a ese real… Lo real despierta; el trabajo del Inconciente es tramitar ese real; es dar sentido a ese real
Es decir, Freud, no puede concluir en una causa de esos efectos de la ley, ese es un impasse.; como de todo aquel que busca un origen.
Sin embargo pudo poner un punto en la indeterminación, por ej. en la “duda” en el sueño (Olvido de los sueños). “ahí, en la duda existe un pensamiento inconciente” concluye con una certeza. ( al estilo cartesiano, dirá Lacán). Es así que tenemos el Inconciente freudiano de la intemporalidad, de la ausencia de contradicción, de lógica, etc. y el de Más allá…
Freud no aporta una solución, más bien abre una serie de interrogantes. No hay teoría acabada.
Luego de Freud, los analistas habían hecho anclar el Inconciente en una cierta concepción realista del mismo, lo que apunta a una práctica donde lo inconciente estaría en lo inmediato del discurso. ( paciente “plagiario” de los “sesos frescos” de Krist, citado por Lacán en “Dirección de la cura”); transformándolo asi en un anti-concepto del Inconciente freudiano, en el que el deseo inconciente tiene un objeto perdido y su realización y cumplimiento son de un orden diferente.
Lacán en el Sem. 11 trata de sacar al Inconciente de cierta “sustantificación” en la que se había extraviado el Inconciente freudiano y con lo cual acechaba su desaparición. El Inconciente “no es” ni “no- no es” No es un “ente” ni un “no-ente” No es un ser ni un no-ser. Toda manifestación, nos dirá de lo evanescente del Inc. apertura y corte. No hay sustancia para el sujeto del Inconciente. Va a centrar la relación del Sujeto con el Significante. Es efecto del Significante,
Lo real en Lacán es “lo imposible” de apresar; “lo previo”.
Pone al Inconciente en causa con un real que es pre-ontológica; coloca la causa del lado de la discontinuidad, y la ley del lado de la continuidad y asi podremos hablar de lo que nunca se inscribe, lo que nunca cesa de no escribirse y de lo que no deja de escribirse.
Este es un Lacán que ya ha hablado de “el inconciente está estructurado como un lenguaje”; “El Inconciente es el Discurso del Otro”. El Lacán de “Función y campo de la palabra” y el Lacán de “Instancia de la letra”. “Esto es el Inconciente: significantes que juegan entre sí” dice Lacán. Sabemos de la materialidad del Inconciente por los efectos que produce pero no hay Sustancia. Substancia término que proviene de la filosofía, substracto, lo que permanece, más allá de lo contingente. Materialidad permanente.
La enseñanza de Lacán toma otras perspectivas cuando a pesar del Significante que mortifica el cuerpo, hay algo ingobernable incapaz de someterse al Significante; y propone al goce.
Esto resitúa su enseñanza y ya no será sólo “Sujeto del Inconciente” ni “Saber Inconciente” y comienza a hablar de “sustancia gozante” y ser hablante (parlante-ser) y no ya de Sujeto tachado. El parlëtre incluye el cuerpo.
Otro tema : Antes de Freud no existía el Inconciente? Seguro habitaría en los síntomas de los diferentes neuróticos o en los sueños de César antes de cruzar el Rubicón; pero sólo cobra existencia a partir de que lo hace existir Freud! Algo sólo existe o cobra existencia cuando entra al mundo simbólico de los humanos. Sólo existe por el deseo de Freud.
Planteémoslos así, hagamos un pequeño mito: seguramente en “real” está la solución del SIDA (los significantes están en la naturaleza, dice Lacán en el Sem IV con el ejemplo de la usina) pero sólo cobrará existencia a partir de que adviniera al mundo simbólico.
¿Antes de que el “cohete satelital” existiera, existía? Problemas de la filosofía. Pero nos manejamos en el campo del psicoanálisis con un pie en la ciencia y otro en el Sujeto.
El Inconciente toma “existencia” gracias al genio del grandioso Freud que le dio entrada de una manera totalmente diferente a los Inconcientes planteados en su época.. Toma existencia y entra al mundo simbólico- aunque resistido primero- al mundo de la ciencia y luego burlado.
En la práctica analítica, en la experiencia analítica sólo toma existencia o se desenvuelve, se presentifica por “el deseo del analista” cuando se le otorga un supuesto saber se lo hace entrar. Entendiendo el deseo del analista como un concepto operatorio no como deseo de un analista.
Freud deletrea su funcionamiento en el chiste, en el acto fallido y en el sueño. Ahí donde el sujeto tropieza, se sorprende alli va Freud a buscar el Inconciente “algo que exige su realización, pero con una extraña temporalidad” dice Lacán; es decir en las formaciones de Inconciente. Pero el Inconciente, sólo se verifica en tanto que efecto en el sujeto, demostrárselo a un sujeto.
“…cómo probar el inconciente al otro, a cualquier otro. Creo que hay que conformarse con probárselo a otro, a un sujeto, y hacerlo por efecto abusivo de sujeto supuesto saber, que es lo que restablece el estatuto ético del inconciente” de Miller en los “Signos del goce” “El acto analítico es la condición para que eso adquiera sentido” (Pág. 444, 445).
Este Inconciente evasivo, inconsistente ónticamente, sin embargo dirá Lacán es ético por la sed de verdad de Freud, dice: Sea como fuere hay que ir a ver, porque en alguna parte el Inconciente se muestra
Y si el Psicoanálisis sólo fuera impostura? “como se permitió pensarlo en algún momento Lacán” (Signos del goce) o como dice M. Bunge ( Revista Ñ del 15-10-06) superstición?
No menos ficción, invención, creación que cualquier otra ciencia en sus estatutos originales. (dónde están los números imaginarios, infinitos o los negativos de la matemáticas?) Produce efectos no menos que cualquier otra. Se trata de probárselo, a otro sujeto.